Últimamente está muy de moda aquello de “El
Internet de las cosas”, que viene a ser
algo así como la conexión de objetos de uso cotidiano, que a través de un pequeño chip que llevarán instalado, se
vuelven “inteligentes” y nos avisan, por ejemplo, de la comida que va a caducar
o permiten encender la calefacción desde el móvil. Algunos de estos
dispositivos empiezan a aparecer, tímidamente en el mercado
Claro, era cuestión de tiempo que llegáramos a eso, aunque
yo me había quedado en “La Volubilidad
de las Cosas”, que debe ser el estado
anterior al de Internet
Muchas veces me he preguntado, ¿Qué extraña
fuerza hace que en el preciso momento en el que te agachas para recoger algo
que se ha caído, una inocente goma de borrar salga volando y aterrice accidentalmente
en el ojo de la Pequeña Princesa? O ¿Por
qué el día que hay espinacas para cenar, el vaso de leche del Príncipe se
vuelve inestable y acaba derramándose sobre el plato caliente justo en el
momento en que llaman a la puerta?
Cuando hago estas preguntas a los pequeños,
ellos me ponen esa carita suya de “Soy inocente y no necesito explicarme” y me
miran como diciéndome: Ah pues, ni idea! ¿Cómo ha podido ocurrir? Ja! Y encima, esperarán a que yo solita resuelva
el misterio de las cosas que se mueven solas, y de paso, que no les caiga a
ellos un chorreo!
Espero mucho de este nuevo estado de las
cosas, el de Internet, porque, ya que voy a poder recibir un mensaje en el
móvil cuando se me acabe la leche de la nevera, seguro que alguien se inventa
la forma de avisarme antes de que el próximo balón se estrelle contra una
ventana mientras los niños están tranquilamente leyendo en el jardín
Ahí lo dejo
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