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lunes, 28 de octubre de 2013

Domingo de bicis y barro

Ayer domingo, después de unos cuantos días de lluvia, nos fuimos al campo a montar en bici. Madrugamos un poco, cogimos cada uno la nuestra, y nos fuimos a meternos por caminitos  de barro
Después de un ratito de ir pedaleando, la primera nos llegó de la mano de nuestra Pequeña Princesita, que el día anterior había recibido una bici por su cumple, y bueno,... primer charco de barro, primer enfado suyo porque se le había manchado su preciosa bicicleta.
Me costó un poco explicarle que con un buen manguerazo, la bici entera quedaría como nueva. Por la cara con que me miraba pude adivinar sus pensamientos: ¿En serio vas a meter mi bici nueva debajo de la manguera? ¿Estarás de coña, no?
Sin embargo la segunda fue mucho mejor. El Príncipe  Grande, haciendo de hermano mayor y para impresionar a su hermana, se metió en el charco más grande que encontró. Teniendo en cuenta que, aunque salimos a menudo a pasear en bici, nunca les habíamos llevado por barro y charcos, aquello me pareció un poco osado, pero aun así… ¿qué más daba?
 El tío iba lanzado, porque... ya se sabe, estos charcos cuanto más rápido se pasen mejor. Pues allí estábamos  los tres mirando como cruzaba cuando su bici, empieza a perder velocidad, y perder velocidad, y perder velocidad... hasta que se queda varada (en su sentido literal)
La imagen es real. La bici en mitad del charco, y los dos pequeños dando vueltas a su alrededor buscando una forma de rescatarla; En un momento dado, la Pequeña Princesa deja cuidadosamente aparcada la suya, pega un salto hasta el centro del charco, y cuando llega allí, sin pedir ayuda a nadie, se pone a levantar la bici varada
 La cosa se pone todavía mejor cuando su hermano se lanza detrás de ella (claro! no se iba a quedar en la orilla mientras su hermana le sacaba la bici del fango) y no habían pasado ni cinco minutos, cuando ya estaban  los dos metidos en el charco con el agua POR LAS RODILLAS!!!, y trabajando mano a mano para sacarla.
Por supuesto, no llevaban botas de agua, ni ropa específica, ni na de na... llevaban chándal  y zapatillas de deporte así que, cuando salieron del charco eran una completa mancha marrón que les cubría completamente desde la rodilla hasta el pie
Entonces descubrieron lo divertido que es llenarse en el barro. Pusieron esa cara suya de: estamos de aventura y nos atrevemos con todo!, (que, entre tú y yo,  no deja de darme miedo en algunos momentos), y empezamos todos a hacer carreras y buscar charcos para pasarlos cuanto más rápido y más cerca de otro mejor
La expedición acabó con bastante más de un par de rodillas manchadas, y los niños contando a todo el mundo su aventura. Seguro que los dos lo están contando en el cole ahora mismo
La verdad es que (salvo porque no llevé los buzos de submarinismo), la experiencia fue divertidísima para ellos y para mí, que por unas también estuve en estado de aventura… y por supuesto acabé para meterme directamente en la lavadora
No sé si hay algún videojuego de la WII o de la PS que hace lo mismo, pero ya sabéis que no es igual: las manchas son de verdad y el aire libre también, y os juro que me lo pasé mucho mejor que en el salón

martes, 22 de enero de 2013

Hoy a nevado en Madrid

Hoy ha nevado en Madrid

Quince minutos. Solo han sido quince los que me han caído a mí esta mañana, pero suficiente para colapsar el centro, para salir en todos los telediarios.
Hoy me ha costado una hora y quince minutos llegar a la oficina, recorrer esa "ruta de peregrinación" que seguimos muchos todas las mañanas para llegar hasta nuestro puesto de trabajo.

Mientras estaba alli, totalmente parada en un atasco infernal, miraba en twitter a ver que decían de la nieve... por curiosidad. Muchos twits avisaban ya desde hacía un par de horas de la que estaba cayendo y recomendaba coger el transoprte público. Tengo que empezar a leer estas cosas antes de salir de casa...

Mientras avanzaba despacito entre los coches pensaba: la verdad es que les va a encantar a los niños, con lo que les gusta la nieve. Seguro que en cuanto llegue a casa esta tarde, me van a preguntar que cuando volvemos a esquiar.

Pues no ha sido así... sino peor!. Cuando he abierto la puerta de casa, la pequela Princesa y su hermano, habían sacado las botas de esquiar a la entrada y me esperaban sentados cada uno en una.

Mami, esta mañana  a nevado. ¿Podemos irnos a esquiar? Es curiosa la memoria selectiva de los pequeños: No se acuerda de lo que ha hecho en todo el día en el cole, pero recuerda perfectamente que esta mañana ha visto nevar desde la ventana de su clase.

Me ha costado un poco explicarle que el viaje iba a ser largo, que llegaríamos por la noche y que tendríamos que volvernos sin esquiar porque mañana hay cole.

No estoy segura de que lo haya entendido muy bien, pero se ha dado la vuelta y le ha dicho a su hermano- Vale, pues esquiamos aquí!

Dicho y hecho.

Han cogido sendos trapos cada uno a modo de esquís y, como bastones,  unas espadas de gomaespuma curtidas en mil batallas (una para cada uno, porque no tenemos mas...) eso si, con el casco de esquiar calado hasta las orejas, y así han empezado a "esquiar" de un lado al otro del pasillo.

Yo, con enormes reflejos, he corrido a la cocina y he escondido cualquier bote de harina, azúcar o semejante... no sea que se les ocurra que vuelva a nevar, pero esta vez ¡dentro de casa!

La cosa no ha llegado a mayores, al revés; han pasado una tarde estupenda bajando por las laderas, sorteando banderolas e incluso saltando montículos de nieve imaginaria

Cuando acabe la cuesta de enero, tengo que empezar a ahorrar... a ver si podemos volver a ir a esquiar, de verdad.

Mientras tanto, una vez pasado el peligro, vuelvo a sacar la harina y el azúcar a su sitio.

Y, ¡a esperar a que nieve otra vez




miércoles, 12 de diciembre de 2012

El esqui de los niños

Por segunda vez en su vida, hemos ido con los niños unos días a esquiar. Una experiencia inolvidable...desde luego.

Llevo esquiando desde que tenía seis años, y no recuerdo que fuera tan difícil que los mayores cargaran con mis cosas.

Tuvieron clases con un profesor, pobre. En algún momento dudé si pagarle un poco más por el sufrimiento.

Ya se sabe que los niños son movidos, y que no tienen sensación de miedo... pues ponedles unos esquís y soltadles en una pendiente nevada. Entonces sereis vosotros los que vivais una auténtica sensación de pánico cuando esos seres pequeñísimos, con un casco enorme y embutidos en sus monos, se deslicen "a toda caña"-palabras de mi Princesita- sin importarles demasiado lo que haya delante ni como parar... ¿para qué parar?

Tenían unas horas de clase todos los días, El Rey, la Princesita, y otros dos niños del mismo tamaño. Durante ese tiempo, Papá y yo aprovechamos para esquiar un poco a nuestro ritmo.

En una de esas, que les veo de lejos, todos intentanto seguir al profesor (otra vez sensación de pánico), escucho una vocecilla aguda- mi dulce Princesita ¿quién si no?- gritando al profesor: "Profe, profe, podías ponerlo un poco más dificil, ¿no?"

Sin palabras, me quedé sin palabras. ¿mas difícil?, pero inconsciente, si todavía no sabes frenar y ¿ya quieres hacer carreras?

Pues si, no solo ella quería hacer carreras sino que su hermano, El Rey, también. Y alli me encontraba yo, bajando con ellos las pistas después de su clase e intentando que siguieran mis huellas, cuando me doy me doy la vuelta para mirar hacia delante (por eso de no accidentar a ningun otro esquiador), y antes de que vuelva a mirar para atras a comprobar que me siguen, me pasa una bola naranja por un lado, y una bola rosa por otro.

Pánico? aquello no fue pánico, aquello fue terror.

Osada de mí, me lanzo detras de ellos escuchando a lo lejos aquella voz aguda: "Mami, mami, más rápido, que voy a toda caññaaaaaa".

En ese momento me costó un pelín reponerme del susto, pero al final accedí. ¿Quereís carrera? ¡pues la vais a tener!

Tardé un poco en cogerles (hay que ver lo que corren esas bolas cuando pierdes unos segundos en recuperarte del shock), pero luego no tuve demasiada piedad. Gané la carrera, que para algo me tienen que servir mis años de práctica, y no podía permitir que me perdieran el respeto así, con una bola en la cabeza.

Ahora claro, una vez llegados a la meta, toca quitarse los esquís, el casco, los bastones, y los guantes, y echar a andar directos a la ducha.

¡Ahi llega el problema! "Mami, ¿me llevas los esquís?" "Mami, estoy cansado""Papí, no puedo con el casco"...¡Traidores!

Al final resultó una instantánea fantastica, toda la familia unida andando por la estación: los padres con dos pares de esquís cada uno en un hombro y resbalando por los lados, además de los guantes, la mochila y la botella de agua que tuvimos que comprar; los niños detrás, intentando andar con sus bastones y los nuestros, que de paso son mas altos que ellos, la botas puestas y los cascos cayendo al suelo cada cinco pasos. Un auténtico poema

Lo dicho, no recuerdo que fuera tan difícil que me llevaran los esquís

Unos días después y recuperada de todo, excepto de las agujetas, pienso: Una experiencia inolvidable, sin duda... esperando repetirla el año que viene